El arte de empezar

Florent ZemmoucheColaborador de LA PRENSA GRÁFICALa fuerza que tienen los -grandes- escritores es que logran desafiar a la muerte; por su escritura, estilo, sus ideas y fulgores siguen presentes incluso después de su desaparición física. Javier Marías ha muerto y todos sus lectores, manteniendo un movimiento perpetuo, volvemos a empezar su obra.Y algo, entre muchas otras cosas, que sabía indudablemente hacer Marías es cómo empezar sus textos. Manejaba a la perfección el famoso y tan importante arte de las primeras frases que, según dicen, puede ser una de las características -no suficiente pero necesaria- de las obras maestras. Las que tienen la prodigiosa capacidad de concentrar en pocas palabras toda la historia por venir y por contar, así como todo lo que ya ha pasado.Basta con leer los incipit de Marías para darse cuenta de que tiene su puesto en el panteón de los mejores umbrales, ventanas o puertas de entrada de la literatura. Solo por placer: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo" (Cien años de soledad); "Durante mucho tiempo, me acosté temprano" (En busca del tiempo perdido); "Llamadme Ismaël" (Moby Dick); "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor" (Don Quijote de la Mancha); "¿Encontraría a la Maga?" (Rayuela); "La heroica ciudad dormía la siesta" (La Regenta); "La cosa empezó así" (Viaje al fin de la noche ).Y ahora las aperturas de Javier Marías. Su editora, directora de Alfaguara, Pilar Reyes, escribió hace unos días que...

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