La crisis de Venezuela y la urgente rectificación del gobierno salvadoreño

Alberto Arene

Economista/analista

Después de 18 años de implantación de la llamada "revolución bolivariana" liderada por Hugo Chávez, el proyecto chavista ha entrado en su fase terminal, combinándose la crisis económica-financiera, social, humanitaria, política y ética, enfrentando un creciente repudio y aislamiento internacional. El martes pasado el Consejo de la OEA se reunió para discutir el Informe de su secretario general, Luis Almagro, confirmándose el deterioro acelerado de la situación nacional y la ruptura del Estado de Derecho, llamando a enfrentar la crisis humanitaria, a liberar a los presos políticos y a retornar a la democracia y al Estado de Derecho, organizando elecciones libres y democráticas a la mayor brevedad posible.

El representante salvadoreño en la OEA, Carlos Calles, por instrucciones del canciller Hugo Martínez, se negó a discutir la crisis de Venezuela, luego dijo que "El Salvador no acompaña el informe presentado por el secretario general", y finalmente no formó parte de la declaración de los gobiernos de 20 países que acordaron concretar una "hoja de ruta para apoyar el funcionamiento de la democracia y el Estado de Derecho". Luego, Casa Presidencial hizo un llamado a los países miembros a "acompañar al pueblo venezolano para que, por los mecanismos legítimos" y con la mediación de "la Santa Sede, pueda pronto llegarse a acuerdos que den estabilidad a esta nación hermana".

En sus primeros 17 años en el poder, fue el chavismo que se negó sistemáticamente al diálogo. Cuando finalmente lo aceptó mediado por sus aliados del Mercosur, fue para mejorar su deteriorada imagen internacional, y ganar tiempo. A mediados de 2016, cuando se agudizaba la presión nacional e internacional, aceptó la mediación del Vaticano para saltarse el plazo límite para convocar al referéndum revocatorio, lográndolo, desgastando el diálogo y los buenos oficios de la Santa Sede.

Mientras el espacio político-diplomático y económico-financiero se le estrecha aún más al gobierno, y se profundiza la crisis humanitaria, la tragedia y la protesta del pueblo venezolano, ¿quién puede oponerse a un diálogo que conduzca a una negociación de verdad, con reglas claras y resultados precisos en tiempos delimitados, mediados por el Vaticano con el seguimiento y apoyo de gobiernos democráticos de Latinoamérica?

Ahora es imperativo profundizar -sin tregua ni pausa- la presión nacional e internacional para que la diplomacia vaticana e interamericana logre...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR