Elecciones en Chile

Danilo Arbilla

palvarez@busqueda.com.uy

Este domingo 19 hay elecciones presidenciales y legislativas en Chile. La noticia ha merecido un moderado espacio en la prensa internacional. Es que serán elecciones normales, en las que no hay trampas, esquives constitucionales y ni pensar en un fraude. Se prevé además -encuestas dixit- que el gobierno de "izquierda y progresista" de Michelle Bachelet nuevamente pasará el mando a Sebastián Piñera, "conservador y de derecha", repitiendo lo que ya había ocurrido en 2010, así como en 2014 Piñera le devolvió el bastón a Bachelet y de la diestra se pasó a la siniestra (o izquierda por si esa palabra suena feo y no gusta). Dicho esto último, más los "entrecomillados", para salirme de esa recurrente y arbitraria adjetivación política de definir a unos u otros de derecha o de izquierda, y para advertir sobre ese maniqueísmo, cómodo, ridículo y frívolo pero la vez manipulador que nada tiene que ver con la realidad. Y Chile es un buen ejemplo de ello: tras la dictadura, la Concertación -coalición de "izquierda y progresista"- ganó todas las elecciones hasta 2005 (triunfo de Bachelet) y durante todo ese tiempo se cuidaron muy bien de continuar con el modelo económico "neoliberal, conservador y de derecha", impuesto por Hernán Büchi, ministro de Hacienda de Augusto Pinochet. Chile se desarrolló, se modernizo, se destacó y se "separó" del resto de la región; fue lo que se catalogó de "milagro chileno. Es que ninguno de aquellos presidentes -Patricio Alwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos- eran tontos. La Bachelet, como dicen los chilenos, fue quien comenzó a hacer pesar la ideología ("de izquierda") y a desordenar todo lo hecho con la consecuencia de que al final de su mandato debió entregar el poder a Piñera ("la derecha"). Este reencaminó algunas cosas, pero no como se esperaba y ni cerca con su política exterior; se mostró tímido y ambientó la agitación social -de "izquierda y progresista"- a caballo de la cual volvió Bachelet.

En su segundo mandato la presidenta no hizo oídos sordos al griterío y avanzó en su línea. Hay que reconocerle un cierto aggiornamento: unión civil entre personas del mismo sexo y el aborto terapéutico. Se trata, en el caso, de materias, muy caras a la fuerte Iglesia católica chilena, en las que el país muestra retrasos: por ejemplo, la inexistencia, hasta hace poco...

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