ENCIERRO LIBERADOR

Historias--Somos bienaventurados, ¿verdad?--Pues yo no sé lo que significa eso, pero lo que sí sé es que me siento cada vez más ventilado por dentro.--¡Lo que acabas de decir es lo máximo que puede sentirse en la vida, y sobre todo en esto que llamamos el diario vivir! Y más ahora cuando hay tantas adversidades circulando por los alrededores.--Entonces, vamos a divertirnos un rato para gozar del aire que nos da tan buen servicio, aunque la atmósfera esté tan cargada.--¿Y a dónde quieres ir?--A la cantina más penumbrosa que esté a la mano. Un poco de neblina puede permitirnos jugar al escondelero. ¿Qué te parece, jajá?--Pero en una cantina como la que describes no se puede gozar del aire.--¿Quién dice?--Es que en esos lugares el aire siempre está contaminado.--¿Contaminado? ¿Y dónde no?--Ah, pues entonces vamos. Y si respiramos humo, Dios proveerá.--No te preocupes, nena, porque el humo es obra nuestra, y por eso con él siempre sentirnos más en confianza.LO QUE DICE EL AMATEEl camión cargado de unos cuantos muebles y de algunos utensilios de casa avanzó por la calle de polvo y piedra, que además de sinuosa era peligrosamente irregular. Iba dando tumbos, y tanto el conductor como los dos pasajeros se balanceaban al ritmo de los desniveles del terreno, pese a las maniobras para esquivarlos.--Ya vamos a llegar, ¿verdá?--Allá está, mire, en aquel cerrito que se ve adelante -dijo el que conducía, que evidentemente tenía perfecto conocimiento de los entornos, porque ese era su trabajo.Los dos pasajeros sonrieron, aliviados. Ese sería su destino de ahí hasta el futuro, y tal convicción les hacía sentir que estaban a punto de emprender la verdadera ruta de sus vidas, pese a las rústicas peculiaridades del ambiente.Cuando estuvieron muy cerca de llegar al sitio indicado, ambos se miraron intensamente a los ojos, como si quisieran reconocerse hasta la profundidad de sus respectivas identidades. Las palabras estaban de más, porque todas las evidencias que les rodeaban eran lo suficientemente vívidas para hablar sin reservas. Entonces se tomaron las manos, que tenían el calorcito sutil de lo anhelado desde la máxima hondura de los sentimientos.El vehículo se detuvo, y el conductor hizo el gesto de haber concluido su faena:--Están en casa, señores -les dijo, abriendo la puerta delantera para salir a iniciar el traslado de la carga hacia el interior de aquella especie de galpón que no tenía nada de albergue hogareño.Ellos se quedaron expectantes, sin...

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