Gabriela Rocío, la bailaora salvadoreña

Por Sol AcuñaPor las calles de Sevilla camina una salvadoreña. Solo al hablar y revelar su acento hace levantar la ceja curiosa de quien no la conoce, ya que entre la multitud, sus facciones y su pelo negro no difieren de las andaluzas ni de las gitanas. Ella, Gabriela Rocío Martínez, (conocida por los salvadoreños como "La Gaby"), tiene 29 años y una particularidad que la hace única: es bailaora de flamenco, una compleja danza y música originaria del sur de España, fruto del mestizaje que durante siglos se dio en esa zona del mundo y cuyo sello ha sido la cultura gitana.El flamenco ha apasionado a tanta gente que el mundo entero lo celebra con importantes festivales desde Nueva York hasta Tokio, y miles de alumnos viajan a profesionalizarse cada año a Madrid y Sevilla, sus epicentros. Por esa razón es común encontrar bailaores, cantaores (como se les llama en jerga flamenca) y guitarristas japoneses, estadounidenses o chilenos. Salvadoreños, ninguno; hasta que llegó ella.Gracias a la afluencia de estudiantes extranjeros que inundan los estudios de baile flamenco, las escuelas de este arte otorgan visados de estudiante de un año (prorrogable) a extranjeros que quieren profesionalizarse en dicha expresión artística. Debido a esa facilidad, "La Gaby" aterrizó en España en octubre de 2019. Inmediatamente, se sintió acogida por la cultura. "Cuando llegué a Sevilla en el tren no sabía cómo iba a bajar todo mi equipaje. Pensaba que la gente me iba a ignorar o me iba a mirar mal, son cosas con las que una viene. Pero una señora me vio con ternura y le dijo a su esposo que me ayudara. Yo empecé a llorar de ver que había alguien que conectaba conmigo de esa forma, sentí que era la mirada de mi mamá", recuerda.Tres años después, Gabriela vive con su pareja, tiene dos perros y ha forjado unas fuertes amistades que la han acompañado desde entonces.El flamenco no le viene de la nada. Desde pequeña a ella y a sus hermanos les inculcaron el deporte y el arte. "Mi mamá nos ponía a hacer expresión corporal, a armar coreografías, a dibujar... A los 10 años empecé las clases de danza creativa en la Escuela Nacional de Danza", narra. En esos años de infancia, sus padres la apuntaban a clases de todo: modelaje, gimnasia, danza contemporánea, etiqueta y protocolo... Pero su primer amor fue la danza del vientre. "Fue un shock, ya que entré siendo adolescente, cuando estaba descubriendo la sexualidad y verme así bailando me cambió la perspectiva de cómo tenía que...

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