SI A NUESTRAS PROPIAS PALABRAS LES DAMOS EL TRATO QUE SE MERECEN ELLAS LLEGARÁN A CONVERTIRSE EN NUESTRAS ALIADAS MÁS FIELES Y FECUNDAS

Historias-Hijo, tenés que pensar bien antes de poner en práctica ese plan que tenés de irte fuera del país a buscar mejores oportunidades.Esto que le decía su madre no lo hacía en ningún sentido como reclamo, sino más bien como advertencia cariñosa; pero el padre reaccionaba con acre actitud:-¡Dejá que haga lo que él quiera, mujer, porque nosotros no entendemos bien a los jóvenes! Aquí de veras que las cosas están peludas.No volvieron a hablar del asunto, pero la madre continuó estando muy inquieta al respeto. El joven contactó a un coyote que le había recomendado un compañero de estudios escolares, y muy pronto tenía su plan hecho. Reunió la cantidad requerida, que no era nada despreciable, vendiendo cosas de la casa o de sus padres, cuidándose de que ellos, al menos por ahora, no se dieran cuenta.Lo preparó todo, que por supuesto sólo eran unas cuantas cosas, y se lo dijo a sus padres. Ellos reaccionaron como si ya supieran aquello que hoy venía en palabras, y lo abrazaron deseándole lo mejor. Al día siguiente cogió camino. Luego vino el dilatado silencio. Ellos, con angustia, se preguntaban qué le habría pasado.En los meses siguientes no tuvieron ninguna noticia de él. Y, sin ningún previo aviso, reapareció. Venía flaco y ojeroso, como si las necesidades lo hubieran consumido.-Tenías razón, mamá. Aquí está todo lo que nos hace vivir de veras. No son las cosas, sino las emociones. El aire, la luz, la familia, los amigos. Voy a trabajar de lo que sea, no importa. ¡Lo que quiero es vivir, no desaparecer!Caminaban tomados de la mano por aquellas calles donde la ciudad parecía irse disponiendo para el sueño nocturno. A esa hora no pasaba nadie por ahí, pero el lugar había sido seguro siempre, aun cuando los miembros de las pandillas se desplazaban libremente por la zona. Hoy ya no se veían pandilleros, y los escasos transeúntes se sentían más cómodos que nunca. Pero ellos, los que andaban por ahí tomados de la mano parecían inquietos por algo desconocido.De repente estaban frente a la entrada de un lugar de comida y de bebida, al que nunca le habían prestado atención; pero esa noche tuvieron al unísono el impulso de entrar. Así lo hicieron, dándose cuenta de que no había nadie en el bar ni en las mesas. Se acomodaron en una esquinera y aguardaron que llegara el mesero. Como eso no se dio empezaron a levantarse, y en ese momento se acercó alguien con pinta de pordiosero de calle.-¿Por qué se van, si aquí son muy bien venidos?Ellos lo miraron...

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