El Salvador es un perro mordiéndose la cola

Cristian VillaltaEl estrés en que nuestra institucionalidad democrática vive hace poco menos de un año es además de innecesario, improductivo.El Salvador es un perro mordiéndose la cola. La desigual tenencia de la tierra, las inequidades sociales, la marginalidad, el carácter mercantil de la justicia, nada de eso cambió al final de la guerra civil. Pero los poderes tradicionales detrás de la dictadura militar salvadoreña aceptaron una apertura democrática, al menos ensayarla a ver qué salía, amarrarle la cadena a los cuerpos de seguridad y construir una nueva institucionalidad a partir de la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992.El "qué salía" era un tiro al aire, y dependería mucho de lo que el Fmln, de ejército a partido político, y fuerzas de izquierda como Convergencia Democrática hicieran frente a un establishment político conservador, con una vena reaccionaria además de evidente, representativa de los ánimos de un sector de la sociedad. Pero sobre todo se necesitaba de la articulación de una nueva fuerza, de una cuyas manifestaciones iniciales fueron reprimidas en el inicio mismo del conflicto: la sociedad civil.Y lo que salió en aquellos emocionantes primeros años de los 90 fue perfectible pero duradero, en gran medida merced a que desde la academia, desde el activismo social, desde la cultura y desde el empresariado se hizo contrapeso ( a veces más a veces menos) al aparato del Estado. En la cadencia de ese diálogo entre lo público y lo oficial y en la autonomía de las fuerzas ciudadanas radicó el éxito de la paz en nuestro país: que el Estado aceptara la participación en la vida pública como un derecho inalienable, y que el único papel de los gobernantes en ella fuese el de respetarla.La sociedad civil, a partir del conflicto entre los fines, intereses y necesidades que en ella conviven, entendió y aprehendió su papel en el Estado de Derecho, y fue en estos casi 30 años la fuerza motriz de nuestra vida en democracia. Sin ella, muchos asuntos de interés colectivo no habrían llegado hasta la esfera pública; sin esa pujanza, el ciudadano sería vapuleado por la fuerza de las empresas y del Estado.Entonces, ¿cómo llegamos hasta acá? Con acá me refiero un gobierno que utiliza sin pudor alguno el aparato del Estado como ariete contra sus contrincantes...

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