¡Salvadoreños!

P. Fernando Gioia, EPSer salvadoreño es un honor que exige: afinidad, compenetración, seguimiento, con el Salvador del Mundo, Jesús nuestro Señor.¡Ser salvadoreño! ¡Tener de gentilicio el nombre del Divino Salvador del Mundo! Es un honor, que exige, de parte de cada uno: identificación, afinidad, concordancia, compenetración, seguimiento.Somos una nación de 21,000 km cuadrados, pequeña como los frascos de perfume, nos llaman el "Pulgarcito de América". Algunos podrán calificar nuestro territorio como insignificante, si bien que otros encantados quedan pues, en un solo día, verán las montañas, estarán en el mar y volverán a la ciudad.Estamos ubicados en un punto de unión -el famoso Istmo- de los dos gigantescos bloques del continente americano. Vivimos rodeados de bellos volcanes, que en ciertos momentos truenan con sus graves voces o hacen mover el piso donde habitamos; si bien que, en la mayoría de las veces, a poco de acontecido, continuamos nuestras ocupaciones despreocupados.El mar Pacífico acaricia 307 km de nuestro litoral. Farallones, terrazas rocosas, ensenadas, bosques salados, zonas acantiladas y amplias playas, humedales, estuarios de ríos y lagunas costeras.Tenemos poca tierra, la cultivamos con esfuerzo, confiando en la generosa mano de Dios que nos manda las lluvias, para que sean productivas. Somos trabajadores, y cuando nos proponemos, progresan las cosas, sea en el campo, la industria, el comercio o la educación.Hemos sufrido terremotos, huracanes e inundaciones, guerra y otras dificultades históricas. Marcados por la pobreza, y por la falta de trabajo, tenemos una diáspora de millones de "hermanos lejanos"; a tal punto que es raro no encontrar, en cualquier país del orbe, algún salvadoreño.Nuestra enseña nacional, como ningún país por lo que me recuerde, clama con ufanía la palabra hacia quien elevamos nuestros corazones: Dios. Otras, junto a ella, con esfuerzo caminamos a realizar: Unión y Libertad.Única nación que se destaca por ostentar el nombre de Nuestro Señor Jesucristo.Fue a partir de 1525 en que la iglesia de la Villa de San Salvador -de acuerdo con crónicas del siglo XVII- fue colocada bajo la advocación del Divino Salvador del Mundo. Con el correr de los años nació su fiesta, que la Iglesia conmemora cuando la Transfiguración del Señor, el 6 de agosto.La imagen patronal, algunos consideran que fuera el Emperador Carlos V quien la obsequió a finales del siglo XVI, se conserva en la Catedral Metropolitana.Pero, se...

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