Las vidas que quedan fuera del sistema

Un reportaje de Stanley LunaFotografías de ArchivoEl cuerpo de Valeria pasó una semana en Medicina Legal. Sus padres no la asentaron en la alcaldía de San Salvador y, sin un documento que respaldara su existencia, su madre no podía retirar su cuerpo de la morgue.Los funcionarios le propusieron una alternativa. Tenía que presentar un documento de no emisión de nacimiento. Para esto debía, primero, tener las huellas plantares de su hija.Valeria nació en el antiguo Hospital de Maternidad. Junto con Camila Portillo, activista de la Asociación Solidaria para Impulsar el Desarrollo Humano (Aspidh Arcoíris Trans), la madre de Valeria fue al nuevo Hospital de Maternidad para reclamar el documento, pero el trámite quedó frustrado porque, los servicios administrativos de los hospitales estaban paralizados por la pandemia del covid-19.Medicina Legal había dado un plazo 15 días para retirar el cuerpo de Valeria. Así que, por medio de Aspidh Arcoíris Trans, se hicieron coordinaciones con el Registro Nacional de las Personas Naturales para que este extendiera, lo más pronto posible, una declaración jurada que comprobara, a los forenses, que la señora que reclamaba el cuerpo de Valeria era su madre.Una vez el documento fue remitido a la Fiscalía General de la República, la institución dio el aval a Medicina Legal para que entregaran a Valeria. Si este proceso no se hubiera agilizado, su cuerpo hoy estuviera en una fosa común.Valeria pasó enferma con diarrea y calentura. Murió, a los 24, deshidratada. Su madre gastó el poco dinero que gana del comercio informal para reponerla con sopas y jugos. Antes de que el gobierno declarara la emergencia por el covid-19 y la cuarentena obligatoria, la señora había intentado curarla, la llevó al Hospital San Rafael, en Santa Tecla, pero no quisieron atenderla y tampoco le dieron explicación.En plena pandemia, Valeria empeoró, pero fue en vano que su madre buscara ayuda en un Fosalud y en la Unidad de Salud del barrio San Jacinto. Tampoco sirvió que le pidiera prestado el teléfono a un vecino para llamar al Hospital San Rafael y suplicar, otra vez, atención para su hija. La respuesta siempre fue la misma: solo atendían emergencias por el nuevo coronavirus.El 28 de abril por la mañana, la madre de Valeria salió a la calle y paró a un carro patrulla. Hizo que un policía entrara a su casa y pidió, de favor, que le ayudara a llevar a su hija hasta un hospital. El policía llamó a un número y al otro lado hubo una respuesta: que si Valeria estaba muy grave, que mejor muriera naturalmente, ya que estaban enfocados en la pandemia.Valeria era amiga de Camila. La quería tanto, que hasta le decía mamá. Camila no sabe si aquella respuesta que recibió el agente fue de otros policías o del personal de un hospital. Tampoco sabe si la falta de atención fue por la identidad y expresión de género de Valeria.Valeria era una chica trans. En 2014, cuando buscó acompañamiento de Aspidh Arcoíris Trans, ya le habían diagnosticado VIH. La vida le fue muy difícil. De niña cayó en las drogas y vivía debajo de un paso a desnivel, en el centro de San Salvador. Su vulnerabilidad no le permitió someterse plenamente al tratamiento de retrovirales. Luego, vino la pandemia y no encontró un servicio estatal que la atendiera."Hay frustración. Te quedás con esa sensación de impotencia, con ese nudo en la garganta, porque sos parte de la población y también has vivido situaciones similares", sostiene Camila.En 2016 fueron lanzados los Lineamientos Técnicos para la atención integral en salud de la población LGBTI, vigentes a la fecha y que establecen la atención que el sistema de salud debe brindar a...

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