Los abusos contra los ciudadanos comunes, y en especial contra los más necesitados, están hoy más visibles que nunca antes, y eso se hace sentir

David Escobar GalindoColumnista de LA PRENSA GRÁFICAEn esta etapa nacional e internacional que se caracteriza por los destapes de todas las realidades que van haciéndose presentes a cada paso, lo que más destaca, como es natural, es el caudal de demandas que provienen de las respectivas ciudadanías, que son mucho más elocuentes que nunca. Hay por eso una especie de rebrote constante de requerimientos públicos, que antes quedaban sumergidos en la inercia de lo reprimido y que hoy se hacen sentir y oír al menor estímulo de necesidad. En muchos países, incluyendo a algunos pertenecientes al antes conocido como "mundo desarrollado", ese rebrote viene acompañado de violencia ciudadana desbordante. Y agradezcámosle a la suerte que en nuestro país no se esté dando nada así, de seguro porque la aceptación ciudadana que tiene la administración gubernamental presente por la lucha contra las pandillas así lo determina.Pero, evidentemente, hay muchísimas cosas por recomponer para que los ciudadanos más desfavorecidos puedan tener lo que la ley les otorga en muy diversas áreas del quehacer cotidiano. Para empezar, los salarios correspondientes, específicamente en los trabajos y en los servicios públicos. Hoy, por los desórdenes que genera la situación crítica que acompaña al desbordado endeudamiento, muchos entes nacionales, de modo especial los de carácter municipal, se van retrasando en el pago de los salarios y hasta dejan de pagarlos, pues no cuentan ni con el alivio del FODES, que prácticamente ha dejado de funcionar. Todo lo anterior incide depredadoramente en las condiciones de vida de infinidad de connacionales y de sus familias, lo cual induce a muchos a irse por la vía de la migración ilegal. El realismo exige tratar todo lo anterior en conjunto.Afortunadamente, el agobio de los abusos pandilleriles ha venido disminuyendo de modo muy significativo, y va en vías de extinguirse a raíz del Régimen de Excepción, que con todas las críticas que se le pueden aplicar porque desde luego hay muchos casos en los que se ha detenido a inocentes, el amplio grueso de las detenciones es de mareros que sacrificaban permanentemente a la ciudadanía honrada. Este punto es el que más hay que evidenciar, aunque sin descuidar el hecho de que todo este proceso debe contar con un cuidado muy preciso, para mantener vigente en pleno el imperio de la legalidad. Aquí no hay que dejar que las pasiones políticas hagan de las suyas, porque esto siempre trastorna los juicios...

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