Alas desplegadas

Federico Hernández AguilarEscritor y columnista de LA PRENSA GRÁFICALa poesía es esencialmente libertad. Libertad para amar y pensar, declarar y exigir, reírse del poder y sobornar al destino. La poesía no evita el dolor de la muerte, la injusticia, la persecución o el exilio, pero evoca de tal modo esos dolores que el poeta se convierte en la "víctima privilegiada" de su tiempo: mancha para siempre a los injustos y a los perseguidores, aromatiza los dramas del exilio y encuentra maneras alucinantes de resucitar.El cubano Raúl Rivero conocía a la perfección estos trayectos, porque los había vivido y sobrevivido muchas veces. Nacido en la ciudad de Morón en 1945, fue de los jóvenes idealistas que creyó en las cegadoras promesas de la Revolución Cubana y se apuntó en la Escuela Nacional de Periodismo, en La Habana, para contribuir desde esa trinchera a la consolidación del proceso de cambios que se avecinaba.Aunque aprovechó el contacto que por entonces podía tener con los grandes escritores vivos de Cuba -Lezama Lima, Eliseo Diego, Cabrera Infante, Nicolás Guillén-, Rivero entendió pronto que no sería posible hacer verdadero periodismo desde los organismos de propaganda del Estado. Casi al mismo tiempo, observó cómo el régimen trituraba a cualquier ciudadano que criticara sus excesos. El caso del poeta Heberto Padilla, encarcelado por el régimen a raíz de sus versos y luego obligado a hacer una "confesión autocrítica" ante la comunidad intelectual, hizo a Rivero pensar que la libertad de creativa en Cuba estaba en un hilo. Y no se equivocó.Para cuando la caída del muro de Berlín significó el colapso de la economía cubana, Raúl estaba en camino de desafiar a la tiranía, aunque para ello tuviera que renunciar a sus beneficiosas corresponsalías...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR