ÁLBUM DE LIBÉLULAS ( 229)

Historias1875. CULTO DE DESVÁNCuando le llegó el momento de escoger opción de trabajo, decidió, inesperadamente, abrir una cafetería que invitara al descanso. Había estudiado ingeniería industrial, y aquella decisión resultaba casi inverosímil. Sus padres, cautelosos, no indagaron nada, pero Katia, su novia de siempre, se dio por sorprendida. Él esbozó una respuesta elusiva, y así quedaron las cosas. La cafetería se abrió con ilusión de bar, y él permanecía ahí, atento hasta a los detalles mínimos. De pronto, en cualquier momento, dejaba de estar visible por algunos instantes, y nadie sabía su paradero. Hasta que Katia, un día de tantos, se propuso seguirle la pista. Lo siguió por la escalerita disimulada, y arriba lo halló recostado en el colchón. "Es lo que siempre soñé: reencontrarme con el desván de mi infancia, cualquier día y a cualquier hora."1876. PARÁBOLA CON PROMESASus bisabuelos maternos eran familia de costureros tradicionales, y la tienda de ropa que abrieron en aquella esquina de la ciudad de entonces ya no existía como tal, pero la edificación intacta que la albergara desde el primer momento se hallaba hoy en sus manos, las de un millennial dispuesto a romper brecha. Aún estaba soltero y podía decidir por su sola cuenta. Sus padres, que emigraran hacia el Norte dejándolo en poder de una tía soltera, apenas se comunicaban en fechas especiales. Él fue a revisar la casa vacía y abandonada. Los cuartos eran penumbrosos y sólo había al fondo un pequeño espacio que alguna vez fue jardín. Se sentía en su hogar. Y al estar solo podía emocionarse a sus anchas. Lanzó un breve grito. Se arrodilló. "¡Estoy de vuelta para acompañarlos hasta que la muerte nos reúna de veras en otro taller!"1877. MISIÓN OTOÑOSeptiembre trajo aquella vez algunas señales más intensas y reconocibles que en años anteriores. Así, algunos árboles comenzaron espontáneamente a enrojecer sus follajes y algunos amaneceres despertaron con sensaciones friolentas que parecían ser efecto de nieves anunciadas. Aquel joven imaginativo empezó a mencionar el fenómeno, y la gran mayoría de las respuestas eran casi despectivas. "Cipote loco". "Estos ya no hallan qué inventar". "Mejor estudiá en vez de andar divagando". Pero aquella mañana se topó en la calle con un vendedor ambulante de ropa. "¡Ey, muchacho! ¿Vos sos el mensajero del otoño, verdá?" Él abrió los ojos, sorprendido. "¿Cómo lo supo, señor?" "Ah, porque te voy a contar algo muy personal: el otoño es mi maestro y sé...

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