Bukele: producto interno bruto

Florent ZemmoucheLe gusta dominar, mandar, controlar. Así reina el rey en El Salvador.La exportación del producto Bukele no funciona, y menos mal. Y desde luego, es a priori mala idea querer exportarlo. Las relaciones actuales entre los gobiernos respectivos de Estados Unidos y de El Salvador lo muestran.Bien se sabe que no hay nada más local y poco exportable que el humor; si el espectáculo Bukele encuentra su público y gran éxito dentro del territorio nacional, la Administración Biden percibe lo que hay detrás, los subterfugios de la representación: las máscaras y, peor aún, los actores. Si solo fuese una diversión cultural y no un jefe de Estado responsable de la vida y el futuro de los salvadoreños, podría ser gracioso.Como era de esperarse, el 28F fue un clímax en el mandato de Bukele. Por supuesto, la línea general del poder sigue lamentablemente intacta: entre otras cosas, la violencia general y los ataques siguen omnipresentes. Sin embargo, su ritmo ha cambiado. Se han vuelto más puntuales. Como si la campaña electoral que empezó en 2018 hubiera por fin terminado. Como si la gran maquinaria de comunicación con sus imágenes propagandísticas que embellecen la improvisación y corrupción necesitara descansar un poco. Como si la burbuja estuviera a punto de explotar.En una importante cadena de causalidad, ese cambio de ritmo ha coincidido con al menos dos elementos vinculados: los cambios discretos de ministros en el gobierno y el enfriamiento de las relaciones con Estados Unidos. Dos fenómenos que Bukele ha atrasado hasta el máximo; de haberse producido antes, es decir, antes de las legislativas, ambos fenómenos hubieran desnudado lo que busca maquillar, disfrazar, esconder desde un principio, que él y todo su gobierno son ese famoso álter ego que funciona como un espejo: los mismos de siempre, haciendo lo mismo de siempre.Por un...