En cuarentena: fe y caridad

P. Fernando Gioia, EPHeraldos del EvangelioSi acompañamos a Jesús, Nuestro Señor, en su caminar en la vida terrena, vamos a encontrar a todo momento su amor, su bondad, su misericordia, por cada uno de los que encontraba. Curando leprosos, ciegos, paralíticos, sordos, mudos o de cualquier enfermedad que tuvieran, ninguno que se le aproximaba quedaba sin ser atendido.Entre los numerosos milagros, que nos relatan los Evangelios, vamos a encontrar uno que dejó sorprendidos a los miles de presentes, fue la multiplicación de los panes y de los peces. Jesús, preocupado con la multitud que a él se había acercado -para ser curados, liberados de la acción del maligno u oír sus enseñanzas-, considerando que ya era tarde y no tendrían que comer, realiza este portentoso milagro. Todos tuvieron oportunidad de comer el pan más delicioso de la historia, salido de las manos santísimas del propio Dios hecho hombre. Milagro que, además, fue una preparación de las almas para la institución de la Sagrada Eucaristía: "Yo soy el pan vivo, bajado del Cielo" (Jn 6, 51).Exceptuado este, no realizó milagros en que su caridad, en concreto, estuviese relacionada con la ayuda con ropas o alimentos. Esto nació, a partir de los primeros cristianos, al compenetrarse poco a poco de la invitación del Señor Jesús: "os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros" y, para distinguirlo del amor puramente humano, agregó: "como yo os he amado" (Jn 13, 34).Con el correr de los siglos la Iglesia, en su expansión, fue mostrando una de sus características esenciales -junto a las celebraciones litúrgicas y la administración de los sacramentos-, el ejercicio de la caridad fraterna."Gracias a hombres y mujeres obedientes al Espíritu Santo, han surgido en la Iglesia muchas obras de caridad, dedicadas a promover el desarrollo: hospitales, universidades, escuelas de formación profesional, pequeñas empresas. Son iniciativas que han demostrado, mucho antes que otras actuaciones de la sociedad civil, la sincera preocupación hacia el hombre por parte de personas movidas por el mensaje evangélico" (Benedicto XVI, 29-9-2005).Ha ido brotando, como si fuese una fuente inagotable, del amor al prójimo grabado por el propio Dios en la naturaleza del hombre, a través del tiempo, el preocuparse los unos por los otros, el compadecerse por los enfermos acompañándolos en situaciones de dolor, el querer ayudar al que no tiene casa, ropa o comida.Fueron naciendo las órdenes religiosas, las...

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