Dediquémonos a tratar temas concretos de país y dejemos de estar inmersos en una conflictividad personalista obsesiva

David Escobar GalindoColumnista de LA PRENSA GRÁFICAVistos los fenómenos nacionales desde la perspectiva actual, teniendo en cuenta todo lo que ha venido anunciándose y pasando cada vez con más apremio reconstructivo, los salvadoreños hemos ido cayendo en la evidencia de que en realidad tenemos que cambiar en todos los sentidos imaginables. Y cambiar de veras, lo que significa, en primer término, es modificar las perspectivas, para de inmediato emprender un nuevo rumbo nacional en los hechos cotidianos y progresivos. Todo esto debemos tomarlo como la mejor oportunidad posible para ocupar de forma permanente el lugar que a nuestro país le corresponde dentro del nuevo mapamundi, que se caracteriza, de base, por el reconocimiento de que hoy todos, absolutamente todos, desde las "grandes potencias" hasta los "pequeños países del tercer mundo" tenemos visibilidad propia, como requiere la sana lógica histórica.Al tener presentes dichas condiciones, lo que se hace más notorio, y sin márgenes para desconocer lo que de ahí surge, es la necesidad de limpiar las mentes de prejuicios y las mesas de falsos problemas. Porque, hoy más que nunca, lo que se requiere sin alternativas es dedicarse a los enfoques realistas y desapasionados de los problemas y de sus soluciones factibles, sin que ningún personalismo asuma el protagonismo perverso que todo lo desnaturaliza. En la política eso es lo peor que puede pasarnos, como estamos comprobándolo en el día a día. Que los políticos de todas las procedencias y de todas las líneas asuman de veras y sin evasivas esa encomienda propia de su función, y que esto venga a contribuir sustancialmente al mejoramiento real de todas nuestras condiciones de cara al futuro.El problema superficial que viene actuando como problema de fondo es que las fuerzas políticas están, como todo, en proceso de cambio, y eso es lo que no pueden ni quieren asumir con la naturalidad que los tiempos que corren les exigen. La evolución, en el estricto sentido del término, es lógica y pacífica por naturaleza, y tales conceptos elementales tenemos que asumirlos todos en la medida y en la perspectiva que las condiciones de cada quien exigen. Y si entramos en esa ruta, que es la que afortunadamente corresponde al dinamismo alcanzado por nuestro proceso, hay que corresponder a ello con todas nuestras acciones y decisiones, partiendo de nuestras actitudes puestas en línea.Las batallas de egos, los conflictos de percepciones, las enemistades...

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