Una fosa

Por Cristian VillaltaGerente editorial de Grupo LPG¿Por qué desaparecen? ¿Qué realidades se conjuran para que una joven, un niño, unos hermanos, una familia se esfumen primero y aparezcan después enterrados en una fosa?Sí, somos una nación violenta. A la raíz de esa vena se encuentran razones históricas poderosas, un coctel de exclusión, injusticia social, inoperancia del Estado y marginalidad. Pero eso no explica la abrumadora repetición de esta modalidad criminal en el último lustro, una escalada tal que orilló al Estado a reconocer la desaparición forzada como delito hace dos años.A través de los pocos casos ventilados públicamente se establece un patrón: los hechores han gozado como denominador común de albedrío en su territorio, de una vecindad cómplice o tan intimidada como para no colaborar con las autoridades, y con recursos para materializar la desaparición. Pero también han gozado del estupor del Estado, que continúa renuente a reconocer este fenómeno, a la vez síntoma y flagelo. El resultado es una impunidad que fortalece a los delincuentes y disuade de manera brutal a cualquier ciudadano que pueda colaborar con información.La naturalización cultural de la desaparición es un síntoma de la precariedad del tejido social salvadoreño. Si el desaparecido es hombre, las autoridades y la comunidad parecen suspirar aliviadas a la lectura del "se le asocia con pandillas", una viñeta que, estigma o realidad dependiendo de cada caso, parece graduar el dramatismo del hecho, casi estableciendo que las personas que viven en ciertos barrios no gozan necesariamente de las mismas garantías constitucionales. Mientras, si la víctima es una mujer, entonces comienzan las hipótesis vergonzantes sobre su paradero y la naturaleza de su desaparición a partir de su edad y estado civil.Son los mecanismos mentales que activamos y no necesariamente a instancias del discurso oficial sino de modo automático para naturalizar la situación, para hacernos a la idea de que eso no puede ocurrir en la burbuja en la que creemos vivir. Debajo de esas reflexiones sórdidas en las que muchos nos hemos descubierto en las últimas semanas hay una...

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