Guarjila no quiere volver al tiempo de las 'orejas'

Jaime QuintanillaA las cuatro de la tarde, el sonido del bastón de don Servelio retumba por los muros de las casas del cantón Guarjila, en Chalatenango. La dificultad con la que camina el anciano de 84 años solo se compara con el esfuerzo que hace para hablar. Cuenta que desde hace siete años ya casi no sale de su casa porque sufrió un derrame cerebral que le paralizó la mitad del cuerpo. Pero este 25 de julio decidió agarrar su sombrero y botas gastadas, que parecen de policía, y partir a la iglesia católica, donde se espera que cerca de un centenar de vecinos reclamen por sus familiares detenidos por el régimen de excepción.A don Servelio le capturaron a su hijo Dimas Henríquez. Ocurrió el 14 de julio, según consignó la Fundación Tamarindo, que durante años ha trabajado con los habitantes de Guarjila y que ha contado con el apoyo de Estados Unidos. Pero don Servelio no tiene idea de cuándo fue. Los años y los achaques lo han dejado desorientado. Solo recuerda que policías golpearon con las macanas el portón de su casa y que cuando su hijo salió a ver qué ocurría, lo capturaron sin decirle el por qué. Cuenta que le han dicho que su hijo ahora está en el centro penal La Esperanza, conocido como Mariona. No sabe más.Miembros de la fundación le avisaron de la concentración en la iglesia y que ahí llegarían monseñor Oswaldo Escobar Aguilar y el obispo del pueblo, Enrique Castillo, a escuchar el sentir de los afectados. La mayoría dirá, más tarde, que los suyos fueron atrapados injustamente por denuncias anónimas.La Fundación Tamarindo ha registrado la detención de 21 habitantes de Guarjila entre el 4 de abril y el 14 de julio. La mayoría son hombres entre 17 y 30 años. Esa veintena bastó para que ancianas, ancianos, mujeres y niños llenaran la iglesia católica del cantón y le expresaran a sus líderes religiosos que tienen miedo de los patrullajes de la Policía Nacional Civil y de la Fuerza Armada porque "no saben a quién se andan llevando".Don Servelio escarba en su memoria rota para contar que a su hijo se lo capturaron con mentiras. "(Los policías) dijeron que se lo llevaban en vías de investigación", dice con el poco aliento que le queda después de caminar desde su casa. Dimas Henríquez era para don Servelio el sustento de su hogar. Se dedicaba "a trabajar con el machete" y su pecado fue ser campesino y bolo. "Lo malo es que a él le gustaba tomar", termina el anciano que se excusa diciendo que está desorientado e infeliz.Ahora don Servelio debe hacer malavares para sobrevivir sin el soporte económico de su hijo.En Guarjila y en todo El Salvador, la historia que cuenta don Servelio no es una excepción. Desde el domingo 27 de marzo, cuando el presidente Nayib Bukele le pidió a su Asamblea Legislativa que suspendieran cuatro derechos constitucionales bajo la etiqueta de #GuerraContraPandillas, con la que pretende apresar a todos los pandilleros libres en el país. La estrategia...

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