María, madre, busca a Edwin, migrante

Doris Rosales y Glenda GirónMaría de Mejía revisó foto por foto. Cientos de fotos. A unos todavía se les distinguían rasgos. De otros, huesos. Vio ropa, se acercó a los tatuajes en busca de pistas. Revisó nombres, el cabello, las manos. Esta salvadoreña hurgó en los archivos de las personas halladas fallecidas en McAllen, Texas, Estados Unidos, durante los últimos nueve años. Por encima de todo, agradeció la oportunidad, agradeció la información y el acceso.María no es detective. Tampoco forense. Desde el año 2012, María es madre de un migrante desaparecido. Ha participado en varias caravanas de mujeres que, una vez al año, se meten por territorios de México en busca de sus seres queridos de quienes dejaron de recibir noticias mientras estaban en ruta, por lo general, hacia Estados Unidos. Su labor no es fácil. Su trabajo casi ni se ve. Porque tiende a calificarse como una cuestión casi personal. Algo que solo les duele a ellas.De entre el universo cada vez más amplio de personas desaparecidas, el colectivo de los migrantes es el más invisible. Para empezar, no se cuentan, no hay datos. No los hay, porque tampoco se ha creado un sistema de registro de denuncias. Hay pocas guías. ¿Quién sabe qué se debe hacer si una persona que va en ruta a Estados Unidos sin documentos dice que va a llamar en dos o tres días y nunca llama? ¿En qué momento pasa a ser un desaparecido?En las delegaciones de la Policía Nacional Civil, el procedimiento es difuso. El PAU (Protocolo de Acción Urgente) indica que todo reporte de persona desaparecida debe ser ingresado. Pero, como los familiares no pueden especificar qué ropa llevaba, en qué momento exacto desapareció, qué día, con quién estaba ni en qué lugar, pocas veces esa denuncia se oficializa.María de Mejía comenzó el proceso de denuncia tres meses después de hablar por última vez con su hijo. Lo hizo a ciegas. Lo hizo como ella se imaginaba que debía ser. Antes de comenzar a realizar gestiones, tuvo que pasar por ese doloroso proceso de aceptar que a Edwin Colindres le había pasado algo, que, por eso, ya le debía llamar desaparecido, con todas sus letras e implicaciones.Para un desaparecido en ruta, el proceso inicia con una gestión en el país en donde su familia lo ubica por última vez. Y de ahí, "es como buscar una aguja en un pajar", señala Claudia Interiano, coordinadora regional para Centroamérica de la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho. Esto, porque no hay una estrategia automática de búsqueda y tampoco un sistema de comunicación efectivo e inmediato entre las autoridades de los países de la ruta. Es decir, no hay voluntad política para buscar. Y, mucho menos, para evitar más desapariciones. Por eso, mujeres como María dedican sus fuerzas a hacer el trabajo que corresponde a las autoridades, a las de varios países."La localización de una persona es muy compleja y requiere recursos y voluntad política para activarla. Ante una denuncia de desaparición, lo primero que debe entrar en acción es la red consular y el personal técnico del Ministerio de Relaciones Exteriores. Pero, la red consular no funciona como debería, y es por eso que el porcentaje de personas no localizadas es muy alto", explica Celia...

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