La moraleja del sueño

Carlos Alfaro RivasColumnista de LA PRENSA GRÁFICAMontaña rusa de culiera durante la fase REM de mi sueño. Un fantasmagórico Calín flotando en el aire del Purgatorio, frente a un estricto Director de Admisiones Celestiales (DAC), cuya misión era someter a las almas en pena, como la mía, a un exhaustivo análisis para determinar nuestro destino eterno: la Gloria del cielo o las llamas del infierno.La primera prueba fue atrás de una puerta verde que leía "Envidia". El ángel a cargo, listo para filtrar a quienes en vida salivaban por tener lo que pertenecía a otros; los que sentían alegría, cuando otros fracasaban; los que hipócritamente le echaban flores al prójimo por su logro cuando, en el fondo, estaban verdes de la envidia.La siguiente puerta leía "Avaricia", donde continuó la inquisición para identificar las almas que, en tierra, vivían obsesionadas por adquirir bienes materiales y, como resultado, topaban la tarjeta, pagaban salarios de hambre, jamás dejaban propina adecuada, ni apoyaban al más necesitado. "En Ahuachapán hay muchos avaros" informa la lorita Pepita."Juelacha" soqué al darme cuenta de que más de alguna vez había pecado, y que era muy tarde para arrepentirme.El exhaustivo análisis del DAC incluía proyección audiovisual de lonjas de terrícolas en estado de obesidad; los que nunca se arrepintieron de vivir comiendo y bebiendo como si no hubiese mañana: el pecado de la Glotonería. Sanchineli era flaco comparado con los chanchos de la pantalla.De este pecado estoy chelito (7 % de grasa), y me siento de maravilla a pesar de "la columna".También pasé chelito el filtro del siguiente pecado: La Hueva. "No hay problema si de vez en cuando aventaban al carajo el despertador", aseguraba el ángel moderador. "El problema es que la tierra está padeciendo de huevitis aguditis, y de esos no queremos en el Cielo. Ahora, muchos de ustedes pagarán por haber sido ¡ZÁNGANOS...