Nunca cedamos ante la adversidad, aunque venga ataviada como pandemia o disfrazada de crisis sin salida

David Escobar Galindodegalindo@laprensagrafica.comLa fuerza de voluntad, la capacidad de respuesta y el desempeño inteligente se miden individual y socialmente en todos los momentos y circunstancias del devenir, pero es cuando las condiciones apremian que tales mediciones se hacen más reveladoras de lo que es cada ser humano y de lo que son las diversas expresiones orgánicas en las que los individuos se manifiestan. En los momentos que llamamos normales y en las circunstancias caracterizadas por la previsibilidad notoria pareciera que todo va a permanecer así, y que por consiguiente no hay necesidad de desarrollar compromisos adicionales; pero de pronto se hacen presentes realidades y situaciones que parecen surgir como los caprichos del clima, y entonces vuelve a quedar demostrado por enésima vez que nuestro destino tiene en todo caso componentes que saltan al primer estímulo, trayendo siempre sorpresas insospechadas.Y es que el mundo es mundo en el más original sentido del término, y los humanos que formamos parte de él nos hallamos regidos por dos elementos que se entrecruzan casi siempre sin dar ningún aviso previo: lo fatal y lo imprevisible. Y todo esto hace que vivamos siempre, aun en los ambientes presuntamente más seguros y sincronizados, sobre un puente colgante que se balancea al primer soplo, como si lo hiciera al impulso de los designios superiores.Puestos en este plano, tenemos que preguntarnos: ¿Cuál es nuestro verdadero propósito de vida, cuando a cada paso estamos expuestos a no saber qué pasa? Y entonces surgen las evidencias existenciales básicas, que son el sentido profundo de supervivencia, la aspiración a reconocernos como herederos naturales del ser que sustenta nuestra vida, y el anhelo de trascender por encima de nuestras condiciones actuales. Respirar no es nuestra última meta, aunque en este plano sea el sostén de lo que somos. Recordar no es nuestra definición final, aunque los vínculos con el pasado sean el terreno sobre el que nuestros pasos se mantienen firmes. Y trascender no es nuestro objetivo insuperable, aunque así se haya manejado desde siempre, por espontánea reverencia hacia lo desconocido.La verdad es que, por encima de lo que nos mueva a creer o a desconfiar está el elemento básico de lo que nos caracteriza como seres que no saben de dónde vienen ni hacia dónde van: la fuerza de nuestra naturaleza pensante...

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