PROEZAS DEL DESVELO

HistoriasEran ya tres hijos que habían llegado en secuencia cronológica perfecta, y ahora ya tocaba el arribo del cuarto, que por acuerdo de los progenitores sería el último. Los tres anteriores tenían dos años de diferencia entre sí, y los nacimientos se habían dado en meses inmediatamente sucesivos: julio, agosto y septiembre. Al cuarto, pues, le tocaba octubre. Y para cumplir al punto con las fechas designadas, la concepción debía producirse en enero.Había pasado el Año Nuevo, y el mes comenzaba a avanzar con el paso rápido que hoy acostumbran los tiempos. El padre de ella sólo miraba a la hija directamente a los ojos; pero la madre sí hacía observaciones al respecto, a su estilo sesgado:--¿Cómo va la cosa, cariño?--¿Cuál cosa? -reaccionaba ella, con el retintín usual.--La cuarta estación.--Ay, mamá, quién te oyera.Y así los días continuaban pasando, con la sensación de que lo hacían con aceleración creciente, como ocurre siempre cuando hay una tarea por hacer que no sólo depende de las voluntades puestas en juego. Y ya cuando enero estaba en su recta final, Melvin llevó a Alina al que siempre había sido para ellos el rincón favorito de la pequeña casa que compartían en el suburbio densamente arbolado:--Alin, ¿está pasando algo dentro de ti?--Lo dices por.--No sólo por eso. Te he estado viendo ausente, como si no estuvieras aquí.--Es que paso muchas horas en su búsqueda.--¿Búsqueda de quién?--De cuarto niño que aún no se deja sentir.--¿Pero dónde lo buscas?--Por todas partes, pero sobre todo en las noches, porque algo me dice que anda por ahí escondiéndose para que no lo encontremos. Quizás pretende ser un inconforme bromista de nacimiento. No quiere ser el cuarto, sino el primero.--¡Ah!, ¿y qué te parece si lo buscamos juntos? -se rio él, abrazándola.--¡Pero de prisa, porque el tiempo se acaba!Las noches siguientes fueron de desvelo total compartido. Y lo más curioso fue que tal desvelo no les produjo somnolencia diurna, sino al contrario: una energía que parecía obra de magia. Y ya en la víspera del fin de enero ella amaneció casi desvanecida.--¡¿Qué te pasa, amor?!--Shhh, no me interrumpas. Estoy esperando que el niño despierte. Ya está aquí. Escúchalo. Pon tu oído sobre mi piel.MISIÓN DEL TRAGALUZSe habían trasladado a aquella ciudad del Norte extremo con la ilusión de todos: lograr una mejor vida y asegurar un futuro más promisorio. El trayecto desde su lugar de origen hasta su nuevo lugar de destino tuvo todas las vicisitudes...

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