Rebuscado

Cristian VillaltaGerente editorial de Grupo LPGLa culpa no es sólo mía, sino de todos aquellos a los que crecí leyendo. A ellos les debo cierta debilidad por las palabras de uso poco común. Detrás del recurso a esos términos no hay, créanme, ni pompa ni ínfulas sino sólo unas ganas bastante perras de ocupar esas expresiones que he disfrutado en las páginas de Borges, Cortázar y Carpentier. Tampoco quiero decir que para gozar de un vocabulario que saque de apuros sea imprescindible leer a alguno de estos autores, o a los clásicos o a los del boom latinoamericano; muchas de las palabras por las que se me reclama de vez en cuando no las aprendí como rata de biblioteca sino en el único deporte extremo que practiqué de pequeño: llenando los crucigramas de LA PRENSA GRÁFICA. Así aprendí que para decirle inútil a lo inútil también puede llamársele vano, inane o fútil; o que hay más de un modo de referirse con seis letras a un hombre enfermo de poder, mentiroso compulsivo y megalómano. Y sin usar ni una e: tirano, faltaba más.Entiendo esas críticas, las de quienes le dicen a uno que si va a escribir opinión, el chiste es que te entiendan. Pero lo que no me termina de cuadrar es que algunas de las más vigorosas plumas que conozco, gente que en lugar de ser rebuscada, ampulosa y críptica es formidablemente llana, pulcra y directa en su escritura, ocupen su talento para decir cualquier cosa menos lo que piensan de verdad.No, dirá alguno, en esta época hay que dar más vueltas que un perro de corredor porque hay mucho vidrio en el piso. ¿Y en El Salvador, cuándo ha sido popular criticar a los que gozan del poder? Sólo vuélele pluma: hace más de 100 años, bajo el pseudónimo de T. P. Mechín, el general José María Peralta Lagos recomendaba a los periodistas olvidarse de la sinceridad si querían durar en el oficio, ejemplificando irónico: "al rascatripas llámale virtuoso; al cura vicioso, sacerdote ejemplar; (.) y del señor presidente diréis siempre que está animado de las mejores...