Los salvadoreños necesitamos con apremio revitalizar nuestro sentido de pertenencia nacional

David Escobar Galindo

degalindo@laprensagrafica.com

Si algo hemos venido perdiendo de manera progresiva los salvadoreños y necesitamos recuperar de modo consistente es el sentido de pertenencia. Esto, que es un hecho que puede ser cuantificado de muy distintas maneras y por diversas vías, tampoco es un fenómeno absoluto, porque hay que hacer una diferenciación producto de las circunstancia actuales que inciden sobre la salvadoreñidad: aquí, en el interior del país, las percepciones negativas y desvalorizadoras proliferan, de seguro por influjo directo de la problemática tan aguda que nos aqueja; y, en contraste, la extensa comunidad de connacionales que se han ido a vivir y a trabajar en el exterior mantiene vivo el vínculo con lo propio, de seguro por efecto de la inspiración nostálgica, que es una de las fuerzas más poderosas con que cuenta el ser humano.

A fin de que tal sentido de pertenencia al que nos estamos refiriendo pueda cumplir con el rol vitalizador y fortificante que le corresponde tiene que estar habilitado para asumir las realidades nacionales tal como son. No se trata, pues, de fomentar idealismos sin base, sino de propiciar arraigos conscientes y consecuentes; y eso implica recomponer percepciones sobre lo propio y darle uso al instrumental anímico y volitivo que se requiere para que dichas percepciones puedan adquirir potencial motriz.

Tradicionalmente se hizo sentir la conciencia patriótica, y eso puede comprobarse, al menos en el orden de los testimonios y las evocaciones, cuando se hace revisión de los textos y de las ceremonias que aparecían en diversos cuerpos escritos y en múltiples fechas representativas. Pero eso comenzó a perder presencia allá después de la primera mitad del siglo XX, cuando empezaron a darse algunos cambios en el dinamismo social y empezaron a aparecer señales de que el viejo esquema político estaba dando de sí.

Surgió la democracia como quien no quiere la cosa, y ahí mismo, por esos empalmes cronológicos que siempre tienen muchas raíces, se inició la fase final del profundo divisionismo político-ideológico y socioeconómico que había caracterizado nuestra realidad durante todo el recorrido anterior. La guerra estaba a las puertas, como un desenlace que ponía la arraigada división nacional en plan de definición final de fuerzas, con la perspectiva de un vencedor y un vencido. En tales condiciones era muy fácil creer...

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