Socializar en la segunda década del siglo XXI

Rafael Ernesto GóchezColaborador de LA PRENSA GRÁFICALa publicación de la OIM "El poder del contacto", 2021, destaca que vivimos en un mundo de distanciamiento social donde las crecientes desigualdades, discriminación y xenofobia suscitan mucha preocupación. El asunto es que a escala planetaria se ha exacerbado una actitud de desconfianza e intolerancia hacia las personas migrantes. Esto agrava la situación de los migrantes en países de origen, tránsito y destino. La cohesión social, entonces, adquiere relevancia a medida que se aprende a convivir con el covid-19 y que prevalece un modelo de desarrollo excluyente.En este contexto, hay dos fenómenos de la realidad salvadoreña que conviene prestarles la atención debida: (1) la desintegración familiar a raíz del éxodo que viene dándose de 1980 a la fecha y (2) la descomposición social expresada en las numerosas comunidades que son asediadas por grupos delincuenciales. Cada fenómeno tiene expresiones inquietantes: (a) 3 de cada 10 compatriotas han emigrado y (b) la extorsión es uno de los delitos más extendidos en el territorio nacional.Una de las mayores contradicciones que se dan en El Salvador es que a pesar de que los migrantes mantienen a flote la economía (la entrada de remesas equivale al 25 % del PIB), todavía no hay una conciencia colectiva ni una respuesta institucional efectiva hacia las personas retornadas y deportadas sin antecedentes penales (arriba del 80 %). Su integración socioeconómica en suelo cuscatleco es difícil debido a que persisten las causas que motivaron su migración y a la estigmatización hacia ellas.Por otra parte, las medidas de seguridad sanitaria durante la pandemia alteraron la interacción social y las actividades intergrupales. El reto es recuperarlas y fortalecerlas con formas novedosas de socializar (presencial y virtualmente). Una forma de lograrlo es por medios digitales, los cuales facilitan la comunicación en línea entre familiares, amigos y colegas que viven en...