Tampoco se salva la cultura

Federico Hernández AguilarEscritor y columnista de LA PRENSA GRÁFICAImposible callar sobre el impresionante, inédito, descomunal retroceso que está experimentando la institucionalidad cultural salvadoreña. Se hace necesario levantar la voz y acompañar la queja pública de una comunidad artística que ha quedado huérfana de apoyos gubernamentales. También hay que despertar las suspicacias de una ciudadanía que se está viendo privada de su patrimonio cultural a plena luz del día.Ya antes vimos situaciones alarmantes. En 2011 fueron removidos, sin respetar la ley, los 2,700 azulejos que conformaban la obra "La armonía de mi pueblo" de Fernando Llort en la fachada de la Catedral, protegida desde 2008 junto al resto de edificios patrimoniales del Centro Histórico. Poco tiempo después, en mayo de 2015, la Alcaldía de San Salvador anunciaba que su escudo, elaborado en los años cuarenta por José Mejía Vides, ilustre pintor nacional, iba a ser cambiado por uno nuevo, adornado con símbolos extraños a la historia de la capital y como resultado de una decisión tan ilegal como arbitraria. Luego fue el turno de la Plaza Libertad, en 2017, cuando a la comuna se le ocurrió remodelarla a su gusto y la entonces Secretaría de Cultura se vio obligada a aceptar una "componenda" que transgredía la Ley Especial de Patrimonio.Estos precedentes vislumbraban lo que se venía encima. Y en efecto, a partir de 2019, las cosas se han complicado en todo sentido para la cultura salvadoreña. Ahora resulta que el edificio que ha albergado la Biblioteca Nacional por el último cuarto de siglo también debe ser derribado para dar paso a una nueva estructura financiada por la República Popular China, olvidando que la legislación vigente protege la edificación original, que data de los años cincuenta y fue pionera en el uso de ciertos materiales de construcción. Las proyecciones...