Mi tía Dora Guerra, la poeta

Alberto Arene

Economista/analista

María Teresa y Dora, las primeras dos niñas de mis abuelos, Alberto Guerra Trigueros y Margoth Turcios, nacieron en París con dos años de diferencia. Muchos años después en San Salvador llegaron Marisol y Lolita. En 1928, a sus 5 y 3 años regresaron con sus padres en barco a su país con rrrrs muy pronunciadas, con las que hablaron el resto de sus vidas. En la bienvenida en la casa de los abuelos en Santa Ana por tanta gente desconocida por ellas, Dora gritaba sin consuelo "Je veut aller au bateau" ("Yo quiero ir al barco"). Ese mismo día conocieron a su entrañable amiga y poeta de toda la vida, Claribel Alegría. Sin contarle a nadie, Dora comenzó a escribir poesía, siendo sus talentos descubiertos en la adolescencia por Serafín Quiteño, que organizó las primeras tertulias de poetas para oírla, sorprendiéndolos. Una década después publicó su único libro, "Signo Menos", escribiendo hace pocos años una breve historia sobre su vida. Murió en París esta semana, en la misma fecha de mi madre, su hermana bailarina que despedimos seis años antes.

Después de estudiar Historia del Arte en México, España e Italia y viajar mucho en Europa, regresó a su París natal donde conoció al amor de su vida, el sociólogo Bernard Mottez, con quien vivió medio siglo, procreando dos hijos que adoraba. Con él regresó a El Salvador para vivir sus últimos años. Cuando la Secretaría de Cultura le hizo un reconocimiento en ocasión de la presentación del libro "Salarrué en Patria", el periódico que compró y dirigió su padre, contó por primera vez porqué no pudo escribir más, viviendo en una cultura y lengua que no eran la suya, no obstante conocerlas tan bien.

La chineó Masferrer, Gabriela Mistral y otras almas ilustradas y sensibles amigas de sus padres de quienes heredó poesía, literatura, humanismo y mucho más. Amiga personal de Salarrué, Claudia Lars, Serafín Quiteño, Ricardo Trigueros de León, Raúl Contreras, Noé Canjura, Julia Díaz y muchos más. Prima hermana del gran pintor, escultor y muralista español-salvadoreño Joaquín Vaquero Turcios. Solo quedaba ella como última depositaria de las historias y recuerdos de su abuela, Dolores Soriano, sobre su querido hermano Rubén Darío. Recuerdos preciosos de una época y generación especial que muchas veces compartió con las siguientes generaciones.

Aquí algunos extractos de un poema de su temprana adolescencia en que pareciera trascender el tiempo, la distancia y el universo mismo en...

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