Todas las empresas, públicas y privadas, tienen que irse adaptando a las modalidades tecnológicas que se van imponiendo invasivamente

David Escobar GalindoColumnista de LA PRENSA GRÁFICAEse que mencionamos es uno de los aspectos que van surgiendo con más elocuencia estratégica dentro del proceso de la evolución actual. Esto, por supuesto, no se da porque sí, ya que son las condiciones de la realidad las que lo están haciendo insoslayable en todos los sentidos. El brote tecnológico que empezó a surgir y a instalarse en todos los ambientes hace relativamente muy poco tiempo viene provocando una especie de redescubrimiento de todas las condiciones de vida, y con una característica que no tiene precedentes: el hecho de que se manifiesta en todas las sociedades, con matices y diferencias marcadas, pero sin faltar en ninguna. El mundo ahora sí va avanzando en un proceso común y con una dinámica que no es exclusividad de nadie, todo lo cual pone a la humanidad de nuestros días ante una especie de concierto de voluntades que estimula dinamismos envolventes y progresivos en todos los sentidos.Para el caso, el fenómeno virtualizador está presentándose con creciente impulsividad, arrasando con las antiguas prácticas, que han llegado a ser desconocidas para los más jóvenes, que ya todo lo viven a través de las redes sociales, como si esto fuera lo más natural del mundo. Tal realidad hace que haya una creciente desconexión entre las generaciones que hoy se mueven en el mismo escenario de vida. Dicha desconexión constituye sin duda el más agudo reto de base en los tiempos que corren, y todos tenemos que reconocerlo y asumirlo así. En otras palabras, los contemporáneos de hoy estamos conectados y desconectados a la vez, lo cual nos mantiene en una especie de vilo histórico, como si todos estuviéramos a la expectativa de lo que pueda resultar de esto que parece un juego burlesco de las circunstancias.Las reflexiones que acabamos de plantear nos llevan a visualizarnos como transeúntes que avanzan sobre la cuerda floja sin saber inequívocamente lo que hay debajo de esa cuerda. Es de entender, entonces, que haya tanto desconcierto alrededor de todos, incluyendo a los que antes se creían dueños de la verdad y beneficiarios de la misma. Lo que pasa es que vamos arribando, con no pocas incertidumbres, a un nuevo mundo del que en verdad no sabemos prácticamente nada, y que nos inquieta pero que no nos atemoriza y mucho menos nos aterroriza. Y esta es una opción nueva de encarar lo desconocido, ya en forma abierta y espontánea, sin tratar bajo ningún pretexto de disfrazarlo con máscaras o de...

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