Torturas

Ernesto MejíaSubjefe de Información de LA PRENSA GRÁFICAEl ya absurdo e inconstitucional régimen de excepción al que el gobierno ha sometido al país desde hace tres meses y del que no hay visos que vaya a terminar en algún momento del futuro cercano se ha saldado hasta la fecha no solo con un sinfín de abusos y capturas arbitrarias, sino también con la muerte de al menos 52 detenidos.Aunque una escandalosa ausencia de información oficial ha sido la constante en todas ellas, se sabe hoy, por los testimonios de familiares y reportes de Medicina Legal, que al menos seis de esos decesos fueron provocados por golpes. En una de esas víctimas, incluso, un análisis forense internacional comprobó la presencia de lesiones que podían deberse a tortura.Uno puede suponer, claro, si está dispuesto a obviar la enorme insensatez estatal de mezclar personas recién detenidas con reos de mayor peligrosidad y a pasar por alto que la integridad de todo recluso es responsabilidad exclusiva del Estado, que las palizas a las que presumiblemente fueron sometidas estas personas antes de morir fueron cometidas por otros internos y no necesariamente por celadores u otros agentes estatales.Sin embargo, es casi imposible, ante el clamoroso silencio gubernamental y ante las declaraciones de personas que han vivido en carne propia los abusos que se están cometiendo en el interior de los centros penales, no pensar en que hay un involucramiento estatal directo en muchas de esas muertes.En un testimonio publicado por este periódico el 25 de mayo pasado -el de uno de los pocos detenidos en el marco del régimen de excepción que ha logrado recuperar su libertad luego de haber pasado varios días en el centro penal La Esperanza- los maltratos físicos y sicológicos que se les inflige a los prisioneros por parte de representantes del Estado parecen más que una excepción a la regla, una práctica institucionalizada.Los reportes del antiguo reo, que coinciden con otras denuncias recibidas por organizaciones de derechos humanos, hablan de una sistemática privación de comida, agua y medicamentos, de garrotazos, de rociamientos de gas pimienta y de otros tratos infamantes. Eso sin tomar en cuenta, claro, las deplorables condiciones...

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